Humanidad.

Corre peligro dicen, la humanidad. Que la gente es cada vez menos humana.  Y más desalmada. Más solitarios todos, más desinteresados por lo que le sucede al otro.  Más cerrado cada uno en su propio mundo de intereses e importancias.
  Y tristemente tengo que decir que sí. Que yo lo ví. Que todos los días lo veo, incluso, encarno en esta problemática que nos sucede.
 Pero también vi esas chispitas de humanidad naciente. Chispitas brillantes. Muy intensas.
Las vi en lugares, en personas, en gestos, y en miradas.

Mi lugar preferido donde sé que siempre voy a poder encontrar humanidad: los ojos de mis abuelos. Orgullosa estoy de descender de personas que llevan tanto amor solo en la mirada. Y agradecida porque marcaron y guiaron mi vida.
Abuelos paternos y maternos.  Sé que puede sonar tonto. Pero los abuelos llevan todo ese rasgo de humanidad que el mundo necesita. Y cada nieto puede verlo en los ojos de sus abuelos. Nada como esa humanidad.

Otro lugar donde encontré humanidad: en las manos amigas que me ayudaron cuando más necesité, en esa solidaridad encontré humanidad. Esos momentos donde había que caminar en el frío de un agosto incipiente y entonces la mano de un vecino te extendía una manta, te ofrecía su comodidad, para que vos la puedas volver a tener, y sientas que no todo está perdido.

La ví también en los ojos de madres. La maternidad o paternidad es lo más humano que tenemos todos.
Mi mamá cuando me estaba yendo, hace seis meses, me miró con esos ojos que tiene y sentí eso que ella me estaba transmitiendo. Les juro que le saqué una foto. ¿Cómo no me di cuenta antes que mi mamá me miraba así? Mi tía acunaba a su bebito y lo veía dormirse, lo veía en ese momento donde él cerraba los ojitos con paz, con conciencia de saber que estaba en las manos del ser que más lo ama en la tierra. Y ella lo miraba, y todo eso era reflejo de nuestra condición humana, que es amor.

La humanidad también en esos niños inquietos que llegan aveces a nuestras vidas, no entiendo todavía como, pero ángeles son. ÁNGELES, con mayúsculas. Nos enseñan, nos explican con sencillez, nos abrazan sinceramente, nos dan lecciones de humildad, y por sobre todo nos permiten volver a ser humanos. Sí, volver. Porque en un momento de la vida nos olvidamos, nos perdemos, nos distraemos de tanto, pero los niños nos hacen volver. Respiramos eso que algún día fuimos y vemos esa simpleza que es vivir, con humanidad, y entonces nos transformamos, renace de nosotros ese verdadero rasgo, nuestra compasión, nuestra capacidad de amar, nuestro comprender que simplemente estamos vivos, para eso, para dejar una huella de humanidad.

humanidad

  1. f. Conjunto formado por todos los seres humanos:
    han declarado el monasterio patrimonio de la humanidad.
  2. Sensibilidad, compasión, bondad hacia los semejantes:
    le acogió con mucha humanidad.

Son dos definiciones que andan por ahí en internet. Hay más, no vienen al caso.  

La definición que a mi me gusta de esta palabra es una combinación de las dos. 
Es porque para mí, todos tenemos esa condición de humanidad. Algunos la pueden tener por ahí escondida en lo profundo de su ser. Otros la reflejan por donde vayan. Pero todos sentimos compasión, bondad, solidaridad, amor y eso nos hace humanos, y eso es lo que importa. Y a eso tenemos que apuntar. 

Porque aunque muchos lo digan, no está tan perdido ese rasgo. 

Fíjense, ¡qué lindo cuando nos descubrimos humanos! Cuando sentimos la necesidad de ayudar al otro y lo hacemos, porque es algo necesario, indispensable por el mundo. 
Puede ser algo más que simple, tan simple como darle el asiento a los mayores, tan simple como tirar la basura en los tachos de basura y no en la calle, tan simple como dar lo que ya no nencesito, o lo que otro necesita más que yo. Tan simple como regalar una sonrisa. ¡Ahí está la humanidad! No hay que buscarla en cosas inmensas, no! Está en nosotros, en lo sencillo, en lo humilde y en lo bello de dar. 

No está en riesgo, no. Solamente nos olvidamos que la humanidad está en lo simple. 

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