No sé. Me rayé.

 ¿Cómo nos afectaron las películas animadas de la infancia?  Hoy vengo con esta reflexión de las dos de la mañana después de ver otra película Disney que reivindica a las villanas.

Lo siento. Los desvelos creativos existen. 

Trabajar y convivir con la niñez de hoy me permite ver y conocer las impresiones que las películas animadas dejan en los niños de hoy (de Hoy!!! 2021). 

Y me pongo a pensar en cómo las mismas películas me afectaron a mí.

El miedo por todas esas villanas de ojos verdes.

Crecer creyendo en esa magia. La buena, sí.  Las hadas, los príncipes, la segunda estrella a la derecha, los brillos, poder volar. Y crecer creyendo en los obstáculos, en la villanía. En que todo podemos vencerlo. En los finales felices.

Crecer creyendo en el conflicto. 

Configuración de la mente en esa dicotomía que nos anonada. 

Si un obstáculo se presenta, es villano.

Y lucho contra ello hasta que el bien (yo, yo siempre soy el bien, las películas de este tipo apelan al ego absoluto, poniendo esos personajes principales que siempre son huérfanos y heredan poco y nada de sus progenitores) gana. Lucho hasta que el bien gana.  Aquello que no soy yo, es mi antagonista y sea como sea, a por ello. Los personajes secundarios van, naturalmente, para servir a mi lucha personal.

La niñez de hoy mira las mismas películas (en versión 3D, digitalizadas, etc etc, la misma historia o reciclada, en fin) y las digiere a su manera. Si, son niños. Y crecen con ello y se adaptan, que esa es su definición, crecer, en todos los sentidos. 

¿Y qué con la juventud de hoy?  El arte sigue haciendo de las suyas y juega con este experimento de configuración y modelado de psiques. 

¿Quién no disfruta de estas películas que reversionan a las villanas contando sus historias? Películas que desplazan ese YO a otro eje. Lo ubican justo dentro de la imagen de la villanía. Nos proponen enfocar en esa misma imagen que fue en nuestra infancia, nuestro miedo. Y nos hacen identificarnos en ello. Nos hacen sentir que controlamos el miedo de los demás. ¿Será esa la definición de empoderamiento? El sentimiento de control (subrayemos "el sentimiento").  Ese sentimiento que cuando se desvanece o debilita nos hace sangrar por la herida. Nos hace vulnerables y débiles.  Hasta que vuelve a fortalecerse y otra vez el mundo a nuestros pies. Y cachapum, error, tropiezo u obstáculo: herida abierta.  Como en las películas de villanas reivindicadas; sientan compasión porfavor, ¿Qué no tienen alma? Soy solo un YO desbalanceado que vive una realidad paralela, regida por el interminable tira y afloja de una herida abierta.  Esa herida que me hace vivir en el yo de la pelicula animada de hace 30 años atrás y a los cinco minutos me ahoga en una hemorragia interna de un YO villano. 

Crecimos configurados en esa dicotomía de las animaciones. Y hoy la producción artística nos ata al conflicto e intenta - en mi opinión -  inclinarnos al indeciso, al gris de estar siempre parados en las dos veredas. Nos pone los ojos bizcos. Canta con dos campanas las voces de un canon que no nos permite hacer una pausa para decidir de qué lado nos quedamos, o juzgar simplemente que ese conflicto está hace tiempo ya resuelto. 

Es paradójico inclusive, el hecho de que yo misma, pensando en este tema, no pueda decidir si es que hay incluso un lado "del bien" y un lado "del mal" en las películas de Disney.  ¿Hay, existen acaso, esos dos lados? ¿Quién se encargó de construir ese mundo de ideas? Es la evolución y herencia de los cuentos de hadas? Esa herencia que habla de conflictos internos que acompaña la niñez de la humanidad desde antes de la edad media? O es simplemente el interés de la hegemonía del arte y el cine en trabajar en la construcción de una sociedad que vive su día a día sumida en un conflicto interno de YOs? 

No tengo respuestas, sólo más preguntas. Y sueño, tengo sueño, son casi las tres de la mañana y necesito dormir. 









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