La verdad, me gusta mucho mi soledad.
Me hace sentir bien. Diferente. Libre de máscaras, de juegos, de ideas.
Y cada vez que pienso en eso me cuesta más la idea de aceptar mi lado social.
Porque si estar sola me permite ser más libre de quediranes (qué dirán? Qué digo yo de los demás?) significa que cuando estoy en compañía de otros entonces está activado ese filtro que no me permite mostrar mi ser ni ver correctamente el ser de los demás.
Por otro lado pienso; cuanto más tiempo paso conmigo misma, más fuerza tiene mi voz interna del juzgar (a otros, a mí) y cuanto más tiempo paso con otros, más silenciado está mi yo.
¿Realmente soy tan dura con los demás y conmigo?
¿Por qué no puedo encontrar el balance entre ambas partes? O directamente dejar de juzgarme y a los demás.
¿Por qué es tan fuerte mi voz interna?
¿Por qué me aburren los vacíos de la gente en lugar de empatizarlos con mis vacíos también?
¿Qué es lo que me impide escucharme y escuchar a los demás al mismo tiempo? Me gustaría poder tener la capacidad de reflexionar también cuando estoy con otros.
Me desconcentro, me pongo nerviosa, me voy por las ramas. Cambio de tema, hablo pavadas. No sé estar con otros. Y cuando pasa el momento y vuelvo a estar sola, me reprocho el haber dicho cosas sin sentido, el haber hablado sin pensar.
Después del reproche viene la critica interna a los demás y de ahí otra vez al cero. Siempre y cuando esté sola. Y esa parte de mi soledad es la que me gusta, cuando mi mente no tiene nada que criticar. Ni a mí ni a los demás.
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