Eishalle. Eisdiele.
Ayer te conocí. Hoy te escribo.
Escribo no porque me hayas volado el coco ni nada de eso.
Simplemente porque fue bello. Me hiciste reír.
Me gustó que fueras natural y simpático.
Y que seas sincero.
Anoche soñé con tornillos.
¿Qué tiene que ver?
Ah, que los tornillos estaban rotos.
Otra vez. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?
Te sumo otro dato de mi sueño,
soñé que quería patinar sobre nieve,
pero estaba todo tan congelado que no se podía andar.
Y alguien venía a ayudar
para descongelar el hielo con una hidrolavadora.
Sigo sin explicar mi interpretación del sueño, lo sé.
Pero y si quizás venís vos a descongelar un poco ese hielo que no me deja patinar y fluir por la vida?
¿Y si esos tornillos partidos debajo del hielo significan que las espirales (ciclos de vivencias que se repiten y no entiendo por qué) están llegando a su fin?
Romper con la espiral, el bucle infinito de corazones rotos y desencuentros sin sentido.
Derretir el hielo rígido que me hace andar con miedo de patinar y caer, o que me hace tratar con frialdad y dureza a los que me rodean.
No tengo idea si te voy a volver a ver. Estoy segura que esto no lo vas a leer (y si lo hacés no lo vas a entender porque no hablás español).
Lo que sí sé es que conocerte ayer me hizo soñar lo que soñé. Y en realidad fue mi propio sueño el que me hizo entender que puedo entrar en un modus rompebucles, en una era de deshielo, en una etapa de fluir y conectar con lo que viene y va.
Y te agradezco por eso.
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