Frágil


Hace tiempo que busco palabras para explicar la sensación que tengo cada vez que algo sale mal. Male sal.
No sé si es una cuestión de estar enferma de ansiedad o de ver la vida un poco pesimista, pero hace rato que tengo la sensación de que todo es frágil. Todo.
El mundo que me rodea en general es frágil: relaciones, personas y sus personalidades, la situación económica, las oportunidades de la vida, los caminos recorridos y la niñez que tenemos a cargo.  Todo parece estar a punto de resquebrajarse.
Y lo peor no es que sea así, sino la angustia que se me arma en el estómago de solo cerrar los ojos e imaginar este mundo con esa niñez rota, con ese camino perdido, con esas relaciones quebradas. 
 Esa angustia se termina transformando en dolor muscular, en insomnio, en dolor de cabeza.  
Tengo miedo a que el mundo que conozco cambie repentinamente y yo me olvide de cambiar con él. Tengo pánico de vivir en un mundo donde todo esté roto y yo ya no reconozca en los demás y en mí las cosas que me hacen identificarme.  Tengo tanto miedo a perder que ya no me aferro a lo nuevo.  Tengo tanto miedo de salir lastimada, que ya no pongo mi corazón en ello. Estoy aterrada. Me olvidé de cómo se hace para vivir intensamente sin salir lastimada. 
Vivo en un estado de fragilidad que me anula y paraliza. 




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